La neuroestimulación utiliza un pequeño sistema que se coloca mediante cirugía bajo la piel para enviar pequeños impulsos eléctricos controlados con precisión al sistema nervioso (que se perciben como una sensación de hormigueo agradable). Estos impulsos eléctricos se administran a través de un electrodo (cable médico especial). Los impulsos eléctricos bloquean la señal de dolor e impiden que llegue al cerebro, con lo que se alivia el dolor. Puesto que la neuroestimulación funciona en la zona por donde viajan las señales de dolor, los impulsos eléctricos se pueden dirigir de forma que cubran las áreas específicas donde se siente el dolor. La neuroestimulación no conlleva medicación alguna, por lo que los efectos secundarios que a menudo acompañan a otros tratamientos son mínimos
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